jueves, 3 de abril de 2014

Su libro

A duras penas volvía a casa agotado, la espalda ya no le concedía ni un segundo de paz. A lo lejos vio como su hijo se montaba en su coche y salía espantado, “quizás no vuelva a verlo” pensó. Cruzando el umbral la vio, ese gesto suyo, sabía lo que había pasado. ¿A cuántos hijos más iban a perder? Y sobre la mesa ese libro. Su libro, lleno de mandatos y caminos hacia la redención. En ese instante sintió el impulso de quemarlo, eliminarlo para siempre, como si nunca hubiese sido escrito acabando así con esta guerra. 



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