lunes, 28 de julio de 2014

Un domingo de transición

Soplaba una ligera brisa que producía un movimiento ondulatorio, casi hipnótico, en las ramas de los árboles.  El sol estaba en el cénit y sus rayos cegaban al reflejarse en el pequeño lago artificial que había en el parque.
-       ¿¡Ves!? ¡Lo tienes que hacer así! – dijo a su hermano pequeño.
-       ¡Eso es! Ayuda a tu hermano.
Hacía sólo una semana que había comprado las coderas, las rodilleras, las muñequeras con protección para las palmas y el casco. Protegido por todo eso, el pequeño Robocop intentaba andar sus primeros metros sobre ese artificio de dos ruedas. Para aumentar todavía más la seguridad, habían decido probar sobre el césped. Un pequeño empujón tras las nociones básicas y a ver qué pasa.
La línea recta estaba controlada, pero girar hacia un lado u otro era un nivel que todavía no podía alcanzar.
-       Me has visto papá. ¡Viste cuánto he anduvido! – dijo mientras giraba la bicicleta para dirigirse hacia su padre.
-       He andado. Se dice he andado.– corrigió el padre – Claro que lo he visto. ¡Eres un campeón!
El niño sonrió. El padre llamó al hijo mayor que se estaba alejando demasiado y le pidió que fuese con su hermano en línea recta lo máximo que pudiesen. Mientras se preparaban, el padre cogió la cámara de vídeo para inmortalizar el momento.
En ese momento no pensaba en lo duró que se le iba a hacer no verlos tan a menudo. Verlos cada día y de repente sólo los fines de semana. Estaba disfrutando al máximo. Veía a sus pequeños avanzar, crecer y, aunque eso es una sensación que se repite en la vida de un padre, cada vez que ocurre se percibe de distinta forma.

Era domingo. Uno más de los domingos pasados y uno nuevo de los domingos del futuro. Un domingo de transición.

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