domingo, 2 de febrero de 2014

SALVACIÓN

La felicidad tiene algo que ver con ocuparte de otros. Con sentirte responsable de su bienestar y de su rutina. Esto lo he interiorizado. Cuando perdí a todos los que han significado algo para mí me di cuenta que con 63 años no sabía ocuparme de mí misma. No sabía qué me gustaba desayunar, qué me gustaba ver en televisión o qué me apetecía comer los días de calor. No sabía, ni siquiera cuando superado el primer tramo del duelo empezaba a poder hacerlo. No sabía cómo.

Es el egoísmo un sistema de defensa del ser humano que nuestra cultura ha transformado en un defecto, quién ha convertido la saludable costumbre de pensar en uno mismo en una conducta reprochable. Dónde está el equilibrio.

Vuelvo a despertarme tras otra noche inquieta. Sin prisas me pongo mi bata, subo la persiana y al volverme hacia la cama nada. Nadie. Cruzo el pasillo hacia el baño y ante el espejo me observo un largo rato. Ya se ha convertido en mi ritual. Miro mis labios, mis ojos, mi entrecejo. Recuerdo el primer día que comencé el ritual: me extrañé de mi rostro. Cómo habían pasado tantos años sin observarlo, sin observarme. Ahora me impongo esta vista todas las mañanas.

En la cocina preparo un té, he dejado el café por el gran tamaño de mi cafetera, no sé preparar café sólo para una. No sé hacer comida para una, no sé manejar una casa sólo para mí. No he aprendido a escoger, a elegir, a decidir sin consenso, sin pensar en los otros. Por qué nadie me dijo cuando compartía mi vida: no te abandones, sé egoísta. Sólo eso te salvará en el fin de tus días.

LurHall

No hay comentarios:

Publicar un comentario