domingo, 29 de junio de 2014

¡Cómo pasa el tiempo!

Cómo había pasado el tiempo. Ya tenía dieciocho años, ya se iba de casa para comenzar a labrarse un futuro, ya se había hecho mayor, ya…
Mientras desayunaban esa mañana de sábado de septiembre, su padre lo miraba conteniendo las lágrimas confundidas entre pena y alegría. Lo miró a los ojos y sonrió. Su hijo le devolvió la mirada. Desprendía la emoción propia de la juventud a la espera de una gran aventura.
-       ¿Preparado? – pregunta el padre.
-       Sí. – contesta el hijo mientras recoge todos los utensilios que utilizaron durante el desayuno.
Se miraron.
Cogieron las chaquetas. Ya empezaba a hacer frío. Caminaron hasta el garaje donde tenían su viejo y prácticamente destartalado  coche. Miró a su padre y pensó en conseguir un nuevo coche para el hombre que le había dado su genética sin haber pedido nada a cambio. Eso se veía lejos.
Subieron y salieron por el empinado garaje. Despacio en la salida, teniendo cuidado de que ningún peatón despistado  no lo viese.
Los dos bromeaban más como dos amigos que como padre e hijo. Se sentía mayor manteniendo esta relación con su padre. Se sentía mayor porque se iba de casa y comenzaba una nueva vida.
Llegaron a la zona de las tiendas. Empezaron las discusiones típicas entre generaciones. Ni de coña, papá eran unas contestaciones más que habituales. Su padre le trae un traje y su hijo se ríe. No voy a una entrevista de trabajo contesta con una mezcla de desesperación y risa. Se acerca de nuevo con una trenca. Al joven se le iluminó la cara. ¡Buah, qué guapa! Exclamó contento.
Estaban contentos. Sentían el sentimiento de orgullo de ser hijo de su padre y viceversa. Estaban contentos. Se podría decir que eran felices.
Acabaron las compras. Comenzó a llover. Corrieron al coche cargados con las bolsas de la compra. Subieron al coche con una sonrisa cada uno quejándose de la lluvia.
Al llegar a casa, su madre les preguntó qué les pasaba. Habían llegado alterados, riendo, bromeando y conversando como dos buenos amigos. Habían conectados. Nunca antes había visto a su padre como un amigo.

Ese sería un día que no podrían  olvidar, un día feliz.